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Por fin, desde México, ¡Miss Taqui!

“Probablemente nunca hayas oído hablar de Ovlop, y mucho menos hayas estado allí. Después de todo es una ciudad pequeña, de esas cuyas calles ordenadas y sencillos monumentos no ofrecen demasiados atractivos. Sin embargo hubo un tiempo, hace ya algunos años, en los que Ovlop fue un lugar más interesante de lo que hoy podría parecer.

Si buscas en la biblioteca de la ciudad números atrasados del Libro Guinness de Records, comprobarás que durante casi dos décadas, y para orgullo de sus habitantes, Ovlop apareció citada puntualmente en cada nueva edición. El récord era siempre el mismo, ser la ciudad “con más aspiradoras por habitantes del mundo”. El último año en el que Ovlop apareció en el Libro Guinnes, precisamente el año en el que comienza nuestra historia, la media era exactamente de “una aspiradora y pico por ciudadano”. El “pico” se debía a que además de la aspiradora personal que todo ovlopiano poseía, cada hogar contaba, como mínimo, con una robusta aspiradora familiar. 

Esta extraordinaria proliferación de aspiradoras se encontraba estrechamente relacionada con un gran edificio situado a las afueras de la ciudad. Ya que nuestra historia comienza exactamente allí, me parece necesario advertir que no se trata de unas “afueras” tal y como solemos imaginarlas, una zona industrial con anchas y ruidosas carreteras, destartaladas vallas publicitarias y viejos contenedores de basura. Nada de eso. El edificio se levanta en un tranquilo margen de la ciudad, sobre una colina con su correspondiente parcela de césped bien cortado, abundantes papeleras con el dorado emblema del Ayuntamiento en su frente y varias farolas debidamente situadas para que al atardecer ni un rincón quede fuera de su cálida y protectora luz. 

No encontrarás allí, sin embargo, por más que busques, pista alguna sobre la actividad que se lleva a cabo en el interior del edificio, ni siquiera un sencillo cartel sobre su fachada de ladrillo rojo. Esto, en opinión de los ovlopianos, hubiese resultado del todo innecesario. Al fin y al cabo no hay nadie en la ciudad que no sepa perfectamente que aquella es la fábrica y el hogar de los Malacara, y que lo que se hace en su interior es reciclar el polvo.”

Comienzo de Miss Taqui, Catalina González Vilar, editorial Nostra, mayo 2014, México

ilustraciones de Isidro R. Esquivel

 

 

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